viernes, 13 de abril de 2012

Atracción por lo Prohibido

Aviso: ésta historia contiene Yaoi (relación boyxboy, chicoxchico) si no te gusta el género no lo leas u.u
Puede que contenga material del tipo sexual explícito no recomendado para menores.

Los personajes y el lugar donde se desarrolla la historia son los mismos que en el anime UTA NO PRINCE SAMA-MAJI LOVE 1000%

BIOGRAFÍA DE LOS PERSONAJES

Haruka Nanami: Compañera de la clase A, tiene 17 años y estudia en la Academia Saotome con el sueño de convertirse en una gran compositora que pueda crear una canción para Hayato (un famoso cantante que admira), a pesar de todos los conflictos por los que tiene que pasar, es una chica muy alegre aunque un poco introvertida que poco a poco se va a ir abriendo a los demás. En cuanto a su físico, mide 1.65, es delgada con la piel muy blanca, su cabello es de un tono rojizo y sus ojos de color ámbar.






Tomochika Shibuya: Es la mejor amiga y compañera de Haruka, con quien comparte habitación. Siempre permanece a su lado para apoyarla, al contrario que Haruka quiere ser actriz. Mide 1.72 tiene el cabello largo pelirrojo y los ojos de color rosa pálido.










Tokiya Ichinose: Es un estudiante de la clase S de la Academia Saotome, tiene un gran parecido con el ídolo de Haruka, Hayato, ya que dice ser su hermano gemelo, además parece tener un complejo de inferioridad con respecto a su hermano debido al gran éxito de éste. Es perfeccionista y de apariencia fría, lo que se refleja en su música, la cual a pesar de tener ritmo y tonos perfectos carece de sentimientos. Mide sobre 1.76, de complexión normal, tiene el cabello y los ojos de un tono azul oscuro. Comparte habitación con Ottoya Ittoki pero parece que no se llevan demasiado bien...


Ottoya Ittoki: estudiante perteneciente a la clase A, es una persona amigable y optimista que disfruta del canto. Es compañero de habitación de Tokiya de la clase S. A pesar de tener una actitud agradable y alegre con todos los que le rodean, por algún motivo no llega a llevarse bien con Tokiya, quien al parecer por su actitud fría y distante es difícil conseguir entablar amistad. Mide 1.73 con el cabello rojizo del mismo color que sus ojos, tiene una complexión delgada.

Masato Hijirikawa: es un estudiante de la clase A, el hijo mayor y heredero del Grupo Hijirikawa. Se crió en un ambiente estricto, por lo que es muy serio. Su forma de pensar es un poco anticuada, y es incapaz de mostrar su verdadero yo debido a su personalidad tan seria. Sabe tocar el piano y desea dedicarse a la música a pesar de la oposición de su padre. Parece haber algún tipo de rivalidad entre él y Ren, con quien comparte habitación. Mide 1.78, tiene el pelo azulado al igual que los ojos y es de complexión delgada.

Ren Jinguji: es estudiante de la clase S y compañero de cuarto de Masato. Es el tercer hijo de la familia Jinguji, por lo que él y Masato se conocen desde niños. Toca el saxofón y le gusta coquetear con las mujeres. Se refiere a Haruka con el apodo "corderito". Mide 1.80, tiene el cabello rubio tostado y un poco largo, y los ojos de color azul celeste. Su complexión es delgada y esbelta.


Syo Kurusu: es otro estudiante de la clase S, y es apodado "ochibi-chan". debido a su corta estatura. Es muy alegre y enérgico, y toca el violín. Tiene un hermano gemelo, Kaoru. Syo es compañero de habitación de Natsuki, quienes se conocen desde la infancia. Le tiene miedo a las alturas debido a un trauma de su pasado. Mide 1.62 tiene los ojos azul claro y el cabello rubio, siempre recogido por pinzas. Su complexión es delgada.















Natsuki Shinomiya: estudiante de la clase A, toca la viola, a pesar de que solía tocar el violín. Tiene una afición extrema por las cosas lindas, que lo llevó a tomar el gusto por Haruka. Él cree que ella es la única persona que entiende su música. Comparte habitación con Syo, a quien considera tan lindo como Haruka. Le gusta cocinar, pero su comida siempre sale desastrosa. Natsuki tiene doble personalidad y sufre de "síndrome de Géminis", lo cual sólo mantiene a raya mientras lleva puestas sus lentes; su otro lado más oscuro lleva el nombre de Satsuki y es una persona violente, habiendo enviado a más de 50.000 personas al hospital. Sin embargo, Satsuki tiene gran talento para componer y es considerado un "genio" en este campo. Mide 1.80 tiene el cabello rubio y los ojos verdes, su complexión es delgada.




PERSONAJES SECUNDARIOS:
Ringo Tsukimiya: profesor de la clase A, ha triunfado en el mundo del espectáculo y pesar de ser un hombre nadie se daría cuenta... su actitud suele ser alegre siempre y cuando le encuentres de buen humor, pero durante sus clases sabe mantener una actitud regia . Mide 1.68, tiene el cabello de color rosado y los ojos azules, su complexión es delgada.


Shining Saotome: Es el director de la Academia Saotome. Fue muy famoso y gracias al éxito de su sencillo "Owing to Love", fue capaz de construir la Academia Saotome. Tiene el hábito de espiar a los estudiantes y aparecer en cualquier momento. En el pasado, tuvo una relación con la madre de Otoya.






INTRODUCCIÓN

La historia gira entorno a los chicos de la escuela Saotome, por lo que muestra una gran variedad de temáticas acorde a cada tipo de pareja. Por ello las parejas que irán apareciendo a lo largo de la novela serán éstas:

Tokiya X Otoya: Es la primera pareja en aparecer, son compañeros de habitación, siempre se han llevado mal y desde el principio parece que su historia no va más allá de la enemistad, pero... ¿no dicen que del odio al amor sólo hay un paso?


Ren X Masato: son compañeros de habitación y aunque se conocen desde niños su relación no es estrecha para nada. Chocan en todo incluso en sus gustos, mientras que Ren se decanta por un estilo moderno, Masato prefiere ser más tradicional. ¿Cómo pueden dos personas tan bipolares llevarse bien?
Natsuki X Syo: Estos dos compañeros de cuarto y amigos de la infancia de siempre han tenido una extraña relación. Natsuki quien tiene una doble personalidad, siente un gran aprecio por Syo puesto que piensa que es lindo, pero Syo odia que la gente piense que es lindo por su baja estatura y cree que Natsuki, quien siempre se le pega como una lapa, no deja de molestarle.









CAPÍTULO 01: EL AMOR ES AGRIDULCE. (EL CASO DE LA HABITACIÓN 1ºA)


La presente historia tiene como lugar de desarrollo la Academia Saotome, Es un magnífico centro de aprendizaje de música y canto para nuevos talentos que buscan incorporarse al mundo del espectáculo. Incluye un magnífico edificio de tres plantas que a primera vista da la sensación de ser un castillo, acompañado de un espléndido campus reconocido por sus numerosos jardines y riachuelos. Era todo un placer para la vista disfrutar de aquellos parajes.
Los jóvenes estudiantes de esta escuela mixta se preparan para un brillante futuro, pero como nada es fácil, todavía les queda mucho por aprender y una de esas experiencias que les falta por adquirir es…

CLASE A:
- Buenos días – Una chica muy alegre entra por la puerta saludando desde la entrada, su nombre es Haruka Nanami, siempre saluda a todos con una sonrisa, y a pesar de que no es muy habladora, es una chica muy extrovertida.
- Buenos días – le devuelve el saludo un grupo de chicos reunidos en el centro de la clase.
- ¿Ehh?, ¿Aún no ha llegado la profesora? – preguntó Haruka con cara de sorpresa.
- Para nada, ya sabes que suele llegar tarde – Tomochika, la compañera de cuarto y clase de Haruka la saludó con una breve sonrisa adornando su rostro. 
Otoya aparece en escena, abriendo la puerta de golpe y entrando todo feliz pegando voces. Era algo típico en el pelirrojo que con el tiempo empezó a perder la importancia para el resto de sus compañeros de clase. – Haruka, ¡buenos días!
- Aah, b-buenos días Ottoya-kun – le saludó la joven con una leve sonrisa.
- Llegas tarde – Le dijo Masato con una sequedad en su tono muy típica de él- 
Otoya frunció el ceño ligeramente molesto por su forma de tratarle,  y le contestó con un tono de queja. 
– eh? No es cierto, el profesor aún no ha llegado por lo que está bien.
Haruka se dio cuenta de las pocas expectativas por parte de Otoya por esforzarse en llegar antes por lo que le regaño diciendo – ¡No debes conformarte! ¡Tienes que llegar antes!
- Vaya, hasta tú me regañas… – respondió Otoya formando un pequeño puchero, pero a los pocos segundos volvió a sonreír – bueno, ¡lo haré por ti, Haru!
- ¿Eh, por mí? – el rostro de la joven adquirió un ligero tono rojizo, sus mejillas se habían adornado con la vergüenza por el lanzado comentario del chico pelirrojo.
El profesor Ringo Tsukimiya apareció por fin en clase dando algunas palmas para llamar la atención de los alumnos que aún permanecían de pie sin tomar asiento. A pesar de su apariencia afeminada, era un hombre que había sido un idol por varios años. Sin embargo ahora trabajaba como profesor en la academia Saotome. A simple vista parecía alguien agradable, pero era mejor no enfadarle.
- Buenos días chicos, ¡vamos! Tomad asiento todo el mundo. Hoy tenemos muchas cosas que hacer y no podemos perder el tiempo.
Los alumnos estaban repartidos en dos clases, los de la clase A y los de la clase S. Por algún motivo el director vio adecuado separarlos de esa forma, tan sólo podían tener todos juntos contacto en sus horas libres de clase y en el comedor.
Las horas de clases pasaron lentamente para los alumnos, pero al fin había caído la noche y todos podían volver a sus respectivas habitaciones para descansar o seguir con sus estudios.

HABITACIÓN 1º A
Otoya entró en la habitación cabizbajo por el cansancio. Ese chico siempre había resultado un libro abierto, y se comprendía como se sentía con tan sólo echarle un breve vistazo. Nada más entrar, cerró la puerta a su paso y observó a ver si su compañero de cuarto ya había llegado. A primera vista no había nadie en el dormitorio, pero el sonido del agua de la ducha cayendo desde la habitación situada al fondo de la sala, se podía escuchar perfectamente.
– Ya he vuelto…. – susurró en voz baja más para sí mismo que para su alrededor.-

Su voz era áspera y denotaba cansancio. Otoya se acercó hasta su cama y se dispuso a ponerse el pijama, primero la parte de abajo y luego la parte de arriba, para después acabar tumbado en la cama boca arriba, con los brazos colocados a modo de almohada por detrás de la nuca. Durante un rato permaneció con la vista fija en el techo, sumiéndose en sus pensamientos.

- ¿Ya estás aquí? – dijo una voz con un tono inundado de decepción y sarcasmo. No era ni más ni menos que Tokiya, quien acababa de salir de la ducha. Estaba todavía empapado con las puntas de sus cabellos dejando caer algunas gotas de agua, y lo único que le tapaba era una toalla blanca atada alrededor de la cintura.
- Creo ya iba siendo hora de que volviera a mi habitación y a todo esto… - Otoya trató de mantener la imagen desviada hacia un lado perdido de la habitación hasta que se levanta de la cama exaltado y señalando al sujeto en cuestión con el dedo anular. – ¡¿qué haces por la habitación semidesnudo?! ¡Ponte algo de ropa! 
- Oye, señalar es de mala educación, ¿lo sabias?
Tokiya quien a pesar de aquel escándalo por parte del otro joven, estaba como si nada le importara. Sin embargo, no le quedó otra más que hacer lo que le ordenaba Otoya tan sólo para no seguir escuchándolo.
– Vale, vale, dame un momento ¿quieres? Se me olvidó coger la ropa antes de entrar al baño… – chasqueó la lengua denotando molestia.

El peliazul se dirigió a su armario situado a la derecha de la habitación, justo al lado izquierdo de su cama. Tomó un cambio de ropa interior junto con el pijama y se volvió a dirigir al baño sin mirar a su compañero de clase.
Otoya se volvió a tirar en la cama con la misma posición que antes, aunque esta vez, sus pensamientos variables de hacía escasos momentos, habían sido intercambiados por el engreído de Tokiya. 
– Hay que ver, sale y entra como le viene en gana, ¡qué engreído! 
Pero… ¿cómo puedo decirlo…? Tiene a decir verdad buen cuerpo, mi corazón latía desbocado sólo con ver su torso desnudo… tan sólo si no fuese tan tosco… ¡pero qué estoy pensando, soy un hombre! Tal vez… algo tiene que estar mal conmigo…

– Maldita sea… – sus mejillas habían adquirido un leve rubor, pero trató de ocultarlo colocándose boca abajo de cara a la almohada. No quería que nadie le viese de aquella forma.

Al poco rato Tokiya volvió a salir del baño, pero esta vez completamente vestido con su pijama. Se acercó hasta su propio escritorio y se sentó en una cómoda silla tipo oficina de color azul. Su vista permanecía fija  mirando algunos papeles que se hallaban sobre la mesa. El pelirrojo supuso que se trataban de apuntes de clase y que comenzaría a estudiar a esas horas de la noche.
El menor de los dos chicos se reincorporó en la cama, quedándose sentado a un lado, mientras miraba fijamente y sin perder detalle, lo que estaba haciendo el peliazul.
– ¿Qué haces, Tokiya? – le preguntó finalmente al cabo de un rato.
- Lo que tú también deberías hacer, estudiar – respondió a la pregunta con tono seco.
Otoya de siempre había odiado la actitud fría y seca de Tokiya, chocaba mucho con la suya y resultaba difícil saber lo que piensa puesto que no habla mucho de sí mismo ni de sus emociones. Incluso no recordaba que una sola vez le hubiese llamado por su nombre, siempre le trataba de “tú” o “el tipo de allí”. Y a pesar de eso, se empeñaba en llevarse bien con él, al fin y al cabo eran compañeros y no les quedaba otra más que aguantarse entre ellos, y si le dejasen elegir, preferiría que fuese de la forma más cómoda posible.

“Definitivamente cualquiera pensaría que su actitud rozaba el masoquismo.”

No quedándole otra opción, se levantó completamente de la cama, y se acercó al escritorio al lado opuesto de Tokiya. Alargó el brazo para arrastrar la silla y tomó asiento, mirando al contrario con cierto desdén.
– ¡Eso es lo que pensaba hacer sin que tú me lo dijeras! – acto seguido empezó a sacar los libros de su mochila y a extenderlos a lo largo de toda la mesa.
- Haz lo que quieras – murmuró el mayor de manera casi imperceptible.
Aun así, Otoya sí que lo había escuchado pero prefirió ignorarlo para evitarse más riñas con él. De esta forma y cada uno desde una punta de la habitación, se tiraron la siguiente hora y media sin moverse de la silla para ver quién de los dos estudiaba más tiempo. Pasado ese tiempo Tokiya despegó los ojos del papel y se giró levemente para ver que hacía su “contrincante de estudios”. ¡Qué raro!, se había quedado sopa durante todo ese tiempo. Éste se paseó los dedos de su mano derecha por los cabellos, apartándolos de su rostro con un deje de pesadez.
– No tienes remedio – se lo dijo más para sí mismo que para el otro chico, ya que al fin y al cabo, no podría escucharle. 
Se acercó a Otoya e intentó despertarle zarandeándole un poco por el hombro, pero no había manera, no se despertaba. Al no ver otra salida, le agarró del brazo pasándoselo por detrás del cuello y tomándole de la cintura para llevarlo hasta su cama donde lo postró y arropó. 
– No haces más que darme problemas, si te llego a dejar ahí habrías cogido un catarro – esta vez, lo dijo en voz alta, tratando de que Otoya le escuchara, pero sabía que no se despertaría, ya que tenía el sueño bien cogido. Sus ojos azules volvieron a mirarlo de reojo, con un deje de interés y un leve brillo de picardía no muy típico en él.
– ¿Cómo puede ser tan confiado? Maldita sea. Si no te vas a despertar entonces… 
Tomó asiento en el borde de la misma cama que el pelirrojo. Con cuidado de no hacer ruido con los muelles del somier, apoyó un brazo justo al lado del cuerpo del chico aún sumido en sueños, y tras inclinarse,  acercó su rostro al del contrario hasta que sus propios labios rozan los del menor con un breve y tierno beso. 

– “Éste será nuestro pequeño secreto, guárdalo bien, Otoya”. ~



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Al día siguiente a las 9.30 de la mañana, todos empezaron las clases como de costumbre. Los miércoles tocaba clase de baile, por lo que todos en la clase A estuvieron practicando la coreografía durante todo el día en las zonas ajardinadas del campus. Se notaba que habían mejorado muchísimo en el tiempo que llevaban allí, cualquiera se daría cuenta de ello. Haruka felicitó a Otoya con un abrazo y una gran sonrisa en el rostro. Aquella acción logró dibujarle un leve sonrojo en las mejillas del chico, aunque acabó por devolverle la sonrisa a Haruka.
Después del largo día Tokiya entró por la puerta de la habitación que compartía con su compañero de cuarto Otoya, el cual ya había llegado desde hacía un buen rato. Ya se había puesto el pijama, por lo que se dio una ducha, y en esos momentos estaba tirado en la cama leyendo un manga con los auriculares puestos.

El ojiazul pensó que seguramente estaba esperando a que le entrara el sueño para irse a dormir. Tokiya saludó a Otoya, quien le respondió inmediatamente al saludo, y sin más, caminó por la habitación dirigiéndose al fondo donde estaba situado el baño. 
Apareció al buen rato aun sin haberse puesto el pijama. Se acercó a su mesa de escritorio, se sentó en la cómoda silla de oficina y se mantuvo mirando los libros de la inmensa estantería que estaba en frente suya, como si no se decidiera a cual coger. Finalmente se decidió por uno de ellos “el diario de todas las cosas” por “Kristen Coldman” y se mantuvo leyéndolo durante un buen rato, hasta que el menor acabó por levantarse de la cama y se acercó a Tokiya hasta situarse a su lado derecho. Al parecer ya había terminado de leer el manga, e incluso se había quitado los auriculares. Seguramente estaba decidido a irse a dormir, pero no sin antes dar un poco la brasa. 
- ¿Aún no te piensas acostar? – le preguntó Otoya a Tokiya mientras bostezaba.
- No tengo sueño – le respondió sin despegar la vista del libro.
Otoya se le quedó mirando fijamente como si intentara comprender lo que estaba haciendo. Al rato Tokiya se empezó a sentir incómodo de tanta atención por parte de su compañero de cuarto.
– ¿se puede saber por qué me miras tanto? Vete a dormir y deja de molestar ¿quieres?
- Nee Tokiya… ¿estás enfadado conmigo o algo así?
- Eh? ¿Qué quieres decir? Estoy igual que siempre – le responde sin tan siquiera planteárselo.
- Cómo decirlo… – continuó Otoya – parece que últimamente me desprecias aún más que antes, ya sabes, ya ni siquiera me das un saludo con una gran sonrisa… 
- No creo que lo haya hecho alguna vez.
- Ni me quieres acompañar a ningún sitio a divertirnos como hacíamos antes.
- ¡¿Cuándo hicimos nosotros eso?! – Tokiya se exaltó por un breve instante, aquello le había desquiciado pero enseguida trató de calmarse.  Tratando de buscar paciencia donde no la había, se paseó los dedos por sus azulados cabellos, frotándose con pesadez la zona de la nuca.
– ya está bien, es tarde y no tengo ganas de discutir, no estoy enfadado contigo por nada en especial así que cálmate.
- ¿Lo dices en serio? Además de todo eso, nunca me llamas por mi nombre, tan sólo me llamas “tú” o “oye” – su rostro había creado un pequeño puchero que no pasó desapercibido para el mayor.
- No tengo necesidad de cambiar mi forma de llamarte solo porque no te guste.
Tokiya lo miró de reojo y observó como Otoya seguía todo inquieto, era tan inocente que daban ganas de molestarlo, aunque fuese solo por el placer de ver cambiar sus expresiones de esa forma tan divertida y peculiar suya.
– Bueno hay algo que sí me molesta.
- ¿El qué? ¿Hice algo que te molestara?
- Tú en sí ya eres una molestia, pero lo que de verdad me molesta es lo estúpido que eres.

Los rojizos ojos del pelirrojo se abrieron de par en y par, al igual que trató de abrir la boca para quejarse pero no le dio tiempo, ya que Tokiya le cortó y siguió hablando.
- Y no trates de hacerte el tonto porque os vi esta mañana por la ventana, se te nota a la legua que te gusta Haruka, ¿no es cierto?
- ¿Ehh? N-no es cierto, bu-bueno no es que ella no me guste es linda y amable, no la odio, pero no es lo que piensas.
- ¿ohh? ¿Me estás diciendo que vi mal? Estabas tan nervioso cuando te abrazó, si hasta cambiaste de color y no sólo eso también…
- ¡Para para, no sigas! ¡Ya entendí! Pero tranquilo no soy tan tonto como para no darme cuenta de que Haruka me gusta, pero sólo es una buena amiga… sé que las normas no permiten el romanticismo así que…
- Es bueno que estés al tanto, no eres tan tonto como creía, pero dime una cosa… – el peliazul se levantó de la silla y se acercó hasta Otoya, inclinándose ligeramente hasta dejar su rostro tan cercano al del contrario que parecía que ambos podían respirar el mismo oxígeno.
- ¿Q-qué cosa? – estaban tan cerca que pensaba que le faltaba el aire. 
– ¿Qué piensas de ella? Me refiero como hombre por supuesto – esbozó una pícara sonrisa tan atípica en él, que el pelirrojo se sorprendió.

Otoya se tornó de nuevo rojo como un tomate y sin pensarlo siquiera, le respondió de golpe y porrazo con una sarta de preguntas y respuestas sin sentido. 
- ¿C-omo hombre? ¿Qué tratas de decir? ¿Qué clase de pregunta es esa? N-no sé de qué me hablas yo… – hablaba de forma entrecortada mientras negaba continuamente con la cabeza.
- Oh, ¿no sabes de lo que hablo? Tal vez deba enseñarte – su voz sonó ciertamente grave, pero dejaba entrever un atisbo de diversión.

Tokiya agarró el brazo del pelirrojo que tenía más a mano y lo arrastró por la habitación, llevándolo hasta su propia cama, donde lo lanzó con fuerza y dejó caer sobre ella. El chico se dejó caer boca arriba sobre el mullido colchón, y ante su sorpresa, observaba al contrario con un deje de sorpresa en sus rojizos ojos que se mostraban abiertos como platos.
- ¡¿Qué haces!? ¡¿Te has vuelto loco o qué!?

Mientras le gritaba a Tokiya como loco, a éste ya le había dado tiempo de aflojarse la corbata, utilizando ese corto periodo de tiempo para tomar asiento en el borde de la misma cama. Se apoyó en el colchón, inclinándose en dirección al chico, y cuando estuvo lo bastante cerca, alcanzó el rostro contrario halándolo por la barbilla para tratar de acercarlo al suyo propio. Sus miradas permanecieron estáticas y fijas por unos breves instantes, como si ninguno de ellos se atreviese a dar un movimiento, pero realmente era una forma de que el menor analizase la situación donde se encontraba. Casi sin darle tiempo a pensar en exceso, el peliazul consiguió unir sus labios con los contrarios del pelirrojo, robándole un intenso beso. Su lengua se deslizó por los labios del menor, lamiendo su labio inferior, mientras buscaba colarse por el interior de su cálida cavidad. 
Otoya permaneció sorprendido, en shock por unos breves instantes sin corresponder al beso de su compañero. Tan solo tras sentir como su cálida lengua comenzaba a buscar la suya propia, reaccionó por instinto empujándole por el pecho para lograr despegarse de inmediatamente. 
Se había zafado a duras penas de sus labios, y en esos instantes tomaba aire pesadamente para después continuar gritándole al tipo que acababa de robarle su primer beso. 
– ¡Tokiya! ¡¿Pero qué demonios haces?! – estaba furioso y pero al mismo tiempo con el rostro colorado hasta las orejas.

El peliazul le empujó sujetándole de ambas manos mientras se acababa de deshacer de su corbata alrededor del cuello, para poder darle uso. La estrecha tela de la corbata le sirvió para atar debidamente las muñecas del menor al cabecero de la cama, al menos con la bastante fuerza para que éste no pudiese liberarse, pero sin llegar a dejarle marcas.  Aquella imagen no podía resultar más sugerente, era muy adecuado admitir que el menor emanaba ese extraño brillo obsceno que tanto lograba incitarle a seguir hacia adelante. Los remordimientos vendrían después. La ardiente mirada de sus ojos azulados seguía con exactitud los gestos de sus dedos que se mantenían ocupados desabrochando los botones de la camiseta del pijama de Otoya hasta dejarlo semidesnudo de cintura para arriba. Sus orbes siguieron la delicada silueta del pelirrojo, mientras las yemas de sus dedos se hundían acariciando la tierna y suave piel de la curvatura de su estómago hasta el desnudo torso. 
La dulce piel del chico se erizó ante tal contacto, sintiendo un leve estremecimiento por los roces. Nunca había tenido esa clase de sensaciones y aunque le resultaban extrañamente placenteras y eran nuevas para él, seguía pensando que era inverosímil que sintiese excitación por otro hombre, aunque se tratase de Tokiya y no de cualquier hombre.
- ¡¿Se puede saber dónde estás tocando?! ¡Oye, Tokiya! ¡Ya basta!

Volvió a tomar el rostro de Otoya, forzando un nuevo beso, apasionado y ardiente que parecía que lograría perder la cabeza entre tanta pasión. Definitivamente se había dejado llevar al ritmo que el peliazul le había marcado a la fuerza, sin siquiera darle la mínima oportunidad de negarse. Los dedos que hasta hacía escasos momentos desabrochaban la camiseta del chico,  ahora lentamente comenzaban a pasearse por la zona baja del menor, acariciando por encima de la tela del pijama el pequeño bulto que se comenzaba a notar en sus pantalones. Los agudos gemidos del pelirrojo se escapaban sin contemplaciones de su garganta, se podían escuchar retumbando contra las paredes de toda la habitación. Ya no podía aguantar más, estaba seguro que si continuaba así ya no podría dar marcha atrás, al fin y al cabo, se trataba de un camino sin retorno, donde le placer y el deseo recobraba un nuevo sentido más allá de la simple necesidad por sentir el cuerpo del otro.
La mente de Otoya se había quedado en blanco. Ya poco le importaba la frustración de sus manos completamente agarrotadas por verse atadas y limitadas para moverse libremente, o el sutil dolor que le producía el endurecimiento en su entrepierna. Todo era poco si se consideraba que su mente se distinguía  despedazándose ante la idea de dejarse llevar deseoso, por las manos de su compañero de cuarto sin resistencia alguna. Tal vez era un sentimiento similar a la efusión de su integridad por la cañería.
Su juicio sin embargo volvió a poner sus pies en la tierra en el momento que los dedos del contrario se deslizaron por el interior de su pantalón, rozando piel con piel con la excitación de su húmedo y semi-erecto miembro. Electricidad era poco a comparación del estremecimiento que lograba asestarle cada una de sus caricias. El menor de ambos sacó fuerzas de donde se pensaba que todas ellas habían sido destiladas, y con un golpe severo, acabó por propinarle un fuerte rodillazo a Tokiya en la boca del estómago. Éste inmediatamente se apartó tomando un poco de distancia con el chico, aun permaneciendo sentado en la misma cama, mientras empezaba a toser acariciándose la zona del estómago donde recibió el golpe. 
Otoya se mantuvo sentado mirándole fijamente mientras jadeaba con pesadez, tratando de recuperar el aliento y de paso tranquilizarse después de todo ese repentino suceso. Esperó pacientemente a que el contrario terminase de toser, pero cuando éste dejó de hacerlo, Tokiya alzó la mirada hacia el chico, quien lo miraba fijamente con los ojos abiertos como platos por el pánico, parecía que se mantenía en la retaguardia por si aparecía un nuevo ataque por parte del enemigo. Sus orbes azules del mayor, por tanto, se perdieron en un punto muerto del dormitorio, tratando de evitar todo contacto directo con la mirada del asustadizo chico.
– Lo siento… - el pequeño se disculpó a pesar de haber hecho un acto de defensa propia. Las palabras resultaban hirientes cuando escapaban de su garganta.
Por otro lado, el peliazul no se atrevía a desmenuzar una sola sílaba. Tal vez la sorpresa de ver hasta donde hubiese llegado si no le llegase a detener, fue mucho mayor que el hecho de fuese el contrario y no él, quien se había disculpado después de todo lo que acababa de hacerle en contra de su voluntad. Todo parecía tan irreal, como si hubiese sido una pesadilla creada por su subconsciente, y su extraño deseo por poseer el cuerpo del pelirrojo a su antojo.
- ¿Por qué eres tú quien se disculpa? Soy yo quien debería disculparse.
- Lo siento…. – volvió a disculparse automáticamente sin saber aun así el motivo de por qué se disculpaba.
Tokiya dirigió de nuevo su vista hacia el pelirrojo y mientras permanecía mirándolo con un deje de lamento en su profunda mirada añil, estiró el brazo para alcanzar el rostro del chico que permanecía maniatado sin poder moverse en exceso. Éste cerró los ojos con fuerza cuando ve que el contrario volvía a acercarse a él, pero para su sorpresa, le había comenzado a desabrochar la corbata que hacía escasos momentos, había utilizado para atar fuertemente sus muñecas contra el cabecero de la cama.
Ante aquel gesto y durante ese tiempo, ninguno de ellos dijo nada. El ambiente se había vuelto pesado repentinamente, no era de esperar menos después de lo ocurrido. El peliazul se apartó del chico dejándole espacio, y sin atreverse a mirarle ni a seguir en el mismo cuarto que el contrario, se acercó hasta la mesita de noche al lado de la cama para tomar el pijama y la ropa. Nada más preparar sus cosas, se dirigió hasta la salida, aunque antes de salir se giró para observar al pelirrojo por el rabillo del ojo.
- Iré a otro dormitorio por esta noche, siento las molestias.
- ¿Eh? ¿Tokiya?
De nada sirvió que Otoya le llamase, ya se había decantado por salir del cuarto para dirigirse a saber dónde. En realidad habían muchos otros dormitorios disponibles, ya que el lugar era muy grande y habían pocos estudiantes. Si él quisiera, podría asentarse fácilmente en otro dormitorio, y aunque eso sería una verdadera tranquilidad, su subconsciente gritaba que eso no era lo que quería.

El menor que ahora se había quedado solitario sin compañero de cuarto, se mantuvo sentado en la cama con las piernas encogidas y sus brazos rodeándolas. Todo aquello que había pasado, todas aquellas sensaciones, y lo que era peor, sus claros deseos inmorales, se clavaban en su retina y quemaban su piel al recordar el simple roce de sus dedos por cada poro, por cada curva, por cada vello… todo había sido cautivado por el embrujo de sus suaves caricias. Estaba claro que aunque en esos momentos él no estuviese allí, eso no lograría hacerle conciliar el sueño esa noche, ya que incluso estos, se sentían inundados con la esencia de Tokiya. 



CAPÍTULO 2: EL AMOR ESTÁ SOBREVALORADO, PERO PUEDE QUE CONTIGO OBTENGA UN NUEVO SIGNIFICADO.

A la mañana siguiente Otoya cuando abrió los ojos vio que en la habitación no había nadie aparte de él, al parecer Tokiya no había regresado en toda la noche a la habitación, lo cual esperaba. Seguro que Otoya no se esperaba que finalmente se dormiría después de todo lo sucedido esa noche, fue una gran sorpresa. Sin levantarse todavía de la cama miró a su izquierda donde estaba la cama vacía de Tokiya, y su mente comenzó a recordar los sucesos de la pasada noche, siguió analizando el asunto con cuidado.
– Yo a Tokiya… ¿qué es para mí? – susurró  con lentitud para sí mismo mientras se rozaba levemente el labio inferior con las yemas de los dedos hasta que de repente, cayó en la cuenta de que tenía que ir a clases.
Giró la cabeza hacia la derecha para mirar el despertador situado sobre la mesita de noche, fue cuando sus ojos se abrieron de sorpresa al ver que ya pasaban de las 9.
- ¡Mierda, llego tarde! – gritó en voz alta mientras rápidamente se levantaba de la cama y se precipitaba hacia el baño para darse una ducha rápida y dirigirse a clases. Debía agradecer que usaran uniforme, pues no habría tenido tiempo ni a escoger la ropa para ponerse.

Ese día como era de esperarse, llegó tarde y fue regañado por el profesor Tsukimiya, pero su cabeza estaba demasiado distraída como para darle importancia a la regañina. En esos momentos los estudios eran el menor de sus problemas.
Al finalizar las clases, las cuales ese día fueron más teóricas que prácticas, se dirigió a su cuarto pero a medio camino recordó que no estaba preparado para verle la cara a Tokiya, pero…

“No podía negar que su subconsciente rogaba por volver a verle”

¿A dónde podía ir si no era de regreso a la habitación? ¿Sería bueno buscarle para poder hablar sobre lo ocurrido? Y si se produjese el reencuentro, ¿qué era lo que esperaba escuchar? 
Entonces recordó que en el segundo piso había un saloncito que se usaba como lugar de estudios o simplemente para pasar un rato tranquilo. Decidió ir allí solo hasta que sus pensamientos se ordenasen, y ya de paso sea dicho, quería evitar los vívidos recuerdos de los recientes sucesos en el dormitorio.
Al llegar se quedó parado momentáneamente frente a la puerta hasta que se decidió a abrirla. Era la primera vez que entraba a ese cuarto por extraño que sonase. Se asomó buscando con la vista alguna persona conocida.

“Pero él no está aquí, ¿Por qué me siento defraudado?”

En los alrededores no había nadie, se encontraba sólo en aquella habitación, por lo que entró y cerró la puerta a su paso. La sala era bastante amplia, con las paredes blancas y los muebles del mismo estilo que los demás del edificio. Al fondo se hallaba una pequeña chimenea para el invierno, que en esa época del año permanecía apagada, y en el centro se podía ver una enorme mesa de madera barnizada color caoba con una bonita mantelería en color beige. El centro de la mesa estaba adornada con un jarrón repleto de flores naturales de distintas clases y tonalidades, junto a algún que otro pisapapeles. A ambos lados de la mesa, se situaban dos sofás estilo vintage para tres y dos personas simultáneamente. Estaban hechos de un material similar a la piel, y tenían un tapiz de color bermellón oscuro, a diferencia del color cobalto de las cortinas en ambas ventanas. Otoya se acercó al sofá de la derecha que era el de mayor tamaño, y se tumbó sobre él boca arriba. Se quedó observando con la mirada perdida, la espléndida lámpara colgada en el techo del centro de la sala, mientras siguió mareando la perdiz con el asunto. Nunca se había demolido tanto los sesos en tales asuntos “de amor” si se podía llamar así. 

“¿Amor? ¡Debía de ser una broma! ¡Tenía más sentido hablar de violación!”

Pero esa era la primera vez que había considerado la remota idea de que fuese amor, y estaba claro que se trataba de algo imposible, no solo ya por el hecho de que en la escuela no se permitía el amor, en este caso se añade el pequeño detalle de que Tokiya era un hombre. Su mente finalmente se quedó en blanco, cansado de tanto especular, hasta que poco a poco sus ojos se iban cerrando lentamente. El relajado ambiente sumado a la falta de sueño de la noche anterior, logró que el cansancio se apoderara de su cuerpo y consiguiera sumirlo en un profundo sueño.
Esa paz y esa embriagadora tranquilidad que había logrado a duras penas no podía durar para siempre. La sutil voz de un hombre llamando al durmiente pelirrojo le arrancó de sus dulces sueños colmados de un sosiego y una serenidad que no recordaba desde hacía días.
 – Otoya… Otoya… Despierta…
“Esa voz… ¿quién me llama? Esa voz… la conozco”
– Te vas a resfriar si te quedas aquí – nuevamente esa misma voz volvió a resonar en sus tímpanos.-
Los cobrizos ojos del pelirrojo se abrieron lentamente hasta que se encontraron con los profundos ojos celestes de Tokiya. Por un instante no cayó en la cuenta de quien se trataba pero nada más reconocer al peliazul, se exaltó incorporándose rápidamente en el sofá.
- ¿Tokiya? ¡¿Qué haces aquí?! – su voz se escuchaba nerviosa, no sabía realmente si se debía al susto o a la sorpresa de encontrarse con él precisamente.
- ¿De qué hablas? Esta es la sala de estudios. Tengo el mismo derecho que tú de estar aquí pero…. – observó al pelirrojo de forma sarcástica – No sabía que este era el sitio idóneo para dormir…
Las suaves mejillas de Otoya se tornaron de un ligero rubor cargado por la vergüenza de la escena. No podía decir que no durmió por culpa de haber estado pensando en él, y mucho menos, podía admitir que estaba allí porque el simple hecho de estar entre las cuatro paredes de la habitación 1ª A, le recordaba todas aquellas cosas pervertidas que habían estado haciendo.
 El menor hizo un ademán de frotarse los ojos para desperezarse, aunque realmente trataba de ocultar su tenue rubor que no pasó desapercibido para Tokiya.
 – ¿Qué pasa? ¿Me quedé dormido? 
– Si, al parecer esto se ha convertido en una costumbre tuya – susurró el peliazul mientras tomaba asiento a un lado del mismo sofá donde se hallaba su compañero. Éste se giró hacia el pelirrojo y se inclinó ligeramente hacia su rostro, manteniendo la mirada fija en los rojizos orbes del contrario
– Estabas tratando de evitarme ¿verdad?, pensaste “si me quedo aquí Tokiya probablemente no me encontrará”. ¿No es cierto? 
– Eh?? N-no es cierto – el nerviosismo del menor era muy notable. Inconscientemente se estaba delatando de una u otra forma pero Tokiya no le dio importancia al asunto.
–  ¿En qué me equivoco? –volvió a instigarle esta vez, con un poco más de dureza en sus palabras. Por algún motivo era divertido molestarle y ver cómo reaccionaba ante sus ataques.
– Vamos, respóndeme, Otoya. –
La mirada de sorpresa del menor se centró en el peliazul, quien hacía tan sólo un instante, le había llamado por su nombre por primera vez desde que se habían convertido en compañeros de habitación. O al menos, no recordaba haber escuchado su propio nombre de aquellos labios en ningún momento. 
– Me… ¿Cómo me has llamado? Dilo otra vez. – A decir verdad le había parecido tan irreal que quería cerciorarse de que sus oídos no le engañaron.- 
Tokiya le miró extrañado, ni siquiera se había dado cuenta que lo había llamado por su primer nombre, fue lo que se consideraba un acto reflejo. Trató de evadir responder a la pregunta cambiando de tema.
– Oye no te lo creas tanto, tú. 
El pequeño Otoya formó un adorable puchero que logró robarle una interna sonrisa a Tokiya, aunque intentó mostrarse serio hasta el final. 
El peliazul se cercioró de que no había nadie más en la habitación observando el lugar de lado a lado. Por suerte se había hecho tarde y por tanto, el resto de estudiantes ya se había largado hace rato a dormir. Estaban prácticamente solos de nuevo. Por ello aprovechó esa ocasión para sacar el tema de la otra noche.
– Debes odiarme, ¿verdad? después de lo que te hice… no importa si no quieres volver a mirarme a partir de ahora – su mirada se mantenía a un lado de la habitación, como si evadiese mirarle a la cara.
– ¡N-no te odio! – a Otoya le sorprendió que sacase ese tema tan de repente, es por ello que saltó automáticamente como el efecto de un muelle tras ser presionado. 
– ¿Entonces qué es?
– E-es solo q-que yo… n-no sé… fue muy repentino – Su rostro parecía un mapa. Se mostraba nervioso y avergonzado al mismo tiempo.- 
– Te recuerdo que me pateaste la última vez – frunció el ceño sin despegar la vista del muchacho.-
– ¿Eh? eso…me sorprendió mucho, pero realmente no lo odié… creo – mantenía la vista baja observándose sus propias manos que se dedicaban a enredar sus propios dedos. Aquel detalle le hizo saber al contrario que estaba nervioso. Tal vez ni siquiera sabía el significado que alcanzaban a tomar aquellas peligrosas palabras.
La cara de Tokiya permaneció fija en el chico, se mostraba sorprendida en cierta manera.  Más bien era una mezcla entre sorpresa y felicidad de que el chico no le odiase y se molestara en responderle de forma tan honesta. El mayor suspiró resignándose de que eso era lo máximo que conseguiría por ahora y sin previo aviso se inclinó hacia Otoya para abrazarlo fuertemente.
– Perdón… no debí haberte forzado… no tienes que agobiarte – susurró cerca del oído del menor justo antes de despegarse de él para dejarle un poco de espacio. El rostro de Tokiya mostraba una sonrisa cargada de tristeza que logró arrebatarle un ápice de preocupación al pelirrojo. 
– ¿Tokiya?
– Quiero que sepas, que hice aquello… porque en realidad me gustas, Otoya. 
– ¿Qué? 
Nuevamente aquel extraño sentimiento donde sentía como su corazón daba un pequeño vuelco. Se había vuelto algo rutinario últimamente, pero no acababa de acostumbrarse a ello. El menor permaneció mudo, como si las palabras no pudieran salir de entre sus labios, aunque en realidad estaba asimilando la nueva información. Siempre había pensado que Tokiya le odiaba por mostrarse tan distante, pero decirle que le gustaba era una verdadera novedad. 
– No tienes que decirme nada sobre cosas de “no se permite el amor” o “somos chicos”. Eso es algo que ya lo sabía desde el principio.
– No pensaba decir algo como eso…
– ¿Entonces?
El mayor alcanzó con su abrazo la cintura del pelirrojo, tomando el rostro del contrario para hacer que fijase la mirada en sus profundos orbes azules. Sus rostros una vez más, habían quedado a una distancia tan corta que se hacía difícil respirar y menos aún mantener la cabeza fría. 
– Según dices “no lo odio” ¿No es así? ¿Eso quiere decir que te gustó? – una leve sonrisa cargada de picardía adornó su cuidado rostro.-
– ¿G-gustarme? ¡Espera, espera! – Nuevamente se lo estaba tomando por su propia mano.-
– No voy a esperar – la intensa voz del mayor, se mostraba ronca por la excitación con cada sutil susurro contra el oído del menor.
Cuando menos quiso darse cuenta, sus labios fueron sellados con un repentino beso. No tuvo tiempo de un arrebato de rabia por las engreídas palabras del peliazul. A pesar de ello, correspondió al mismo dejándose llevar por la suavidad de sus labios y la humedad de su lengua entrelazándose con la suya lentamente. 
Los delgados dedos de Otoya se enredaron entre los azulados cabellos de Tokiya, acariciándolos con cuidado, como si los peinase. Todas aquellas atenciones lograron excitarlo. Sus mejillas se habían encendido de un color rojizo que junto a sus labios humedecidos por el húmedo beso y su agitada respiración, lo mostraban de una forma tan erótica como exquisita a la vista. El peliazul tuvo que hacer un gran esfuerzo por no comérselo allí mismo. 
Tokiya se separó un poco del chico, manteniendo una corta distancia con él hasta que decidió ponerse en pie con la intención de marcharse antes que el otro chico, quien permanecía ensimismado en sus pensamientos, o al menos se le veía como si su mente se hubiese quedado en blanco tras aquel beso.
– Te daré tiempo para que lo pienses. ¿Está bien? – la voz del peliazul volvió a ponerle los pies en la tierra al pelirrojo.- 
– ¿Tiempo? – enseguida supo que esas palabras tan vacías al principio, se referían a que se cambiaría de habitación. Esa simple idea logró darle aquel pequeño impulso para agarrar el brazo del contrario. – espera… no necesitas cambiarte de habitación, Tokiya….
El mayor se detuvo al instante que notó como le agarraba del brazo. Rápidamente giró el rostro hacia él para mirarle extrañado por sus palabras.
– ¿Por qué no? Si permanezco cerca puede que te obligue como la otra vez.
– ¿Obligarme? ¿Por qué piensas de esa forma?
– Porque ahora que sabes lo que siento, es imposible que me detenga.
La mirada de Tokiya y su firme voz, demostraba que no mentía. Otoya sabía perfectamente que por primera vez no le estaba tomando el pelo, ni se trataba de ninguna broma de mal gusto. 
“Esto no es ninguna broma, va enserio… ¿Qué debería hacer?”
La dulce sonrisa del mayor tranquilizó al pelirrojo haciendo que se olvidase por un momento de todos aquellos pensamientos. En cierta forma, pensaba que no importaba lo que pasara de ahora en adelante. A pesar de todo lo ocurrido, no era capaz de decir que se alejase de su lado, más bien, comenzaba a pensar, que lo que verdaderamente deseaba, era que aquella persona que había cobrado tanta adhesión por él, permaneciese a su lado.  Y tal vez, sólo tal vez, algún día, podría corresponder a sus sentimientos de la misma forma.
Con cierto cariño, Tokiya tomó el rostro del chico y acarició su mejilla con un tranquilizador gesto. 
– Otoya, volvamos. ¿Está bien?
El menor observó al mayor con los ojos ligeramente vidriosos y simplemente asintió felizmente con la cabeza ante aquella alentadora sugerencia. Se podía decir que era lo más inteligente que le habían dicho en todo el día. 
– Está bien. Gracias, Tokiya. 



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Había pasado claramente una semana desde el último acontecimiento en la sala del 2º piso. Tokiya regresó a la habitación que compartía con Otoya, pero tenía claro que no seguiría agobiándole hasta que tomase una decisión a su propuesta.  
Aunque a pesar de que se prometió a si mismo que se mantendría a raya, ya había pasado una semana desde que se confesó a Otoya y no parecía estar pensando detenidamente en darle una respuesta, más bien, parecía como si se hubiese olvidado de lo ocurrido y tan sólo siguiese todo como estaba antes de todo el suceso. Llegaba a ser verdaderamente frustrante. 
Ese día las dos clases se habían juntado en el salón principal del edificio. Todos los chicos permanecían tranquilamente hablando entre ellos hasta que el director hizo su llamativa aparición colgando del techo con hilos de pescar, y un par de focos alumbrando su figura hasta que sus pies rozaron el suelo. En verdad, ese hombre no conocía la discreción.
Todos los estudiantes lo observaron boquiabiertos como si no lo conociesen ya lo bastante bien a esas alturas. El tipo con las gafas de sol comenzó a hablar de forma energética moviendo los brazos de lado a lado y emitiendo un extraño baile de lado a lado de la habitación.
– ¡Buenos días a todos los presentes! ¡Espero que se estén esforzando al máximo! – el director se acercó finalmente hasta sus estudiantes, quienes lo miraban expectantes.-
– En verdad tan llamativo como siempre – una leve risita por parte de Ren irrumpió entremedias de la conversación – 
– ¿Eh? ¿Enserio? Esto parece interesante – Natsuki se mantenía sonriente justo al lado de Syo-
El director continuó hablando una vez los estudiantes de tranquilizaron por la escena. 
– Tendréis que formar grupos de dos en esta ocasión. Se trata simplemente que entre parejas realicéis una canción. El grupo que gane tendrá un magnífico premio – el tipo pelirrojo de las lentes oscuras chasqueó los dedos para que los tipos que se encargaban del cableado, volvieran a subirle. Sin embargo se quedó medio suspendido en el aire girando sobre sí mismo. 

Al final Tsukisima se encargó de crear los grupos, haciendo que se emparejaran de la siguiente forma:
Tokiya y Ren, Otoya y Syo, Masato y Natsuki.
Una vez quedó constancia de ello, todos se miraron entre ellos como si analizasen la nueva situación. Ren se colocó al lado de Tokiya apoyando un brazo en el hombro del contrario mientras dejaba caer el peso de su cuerpo. 
– Vaya menuda suerte tienes Icchi. Intenta no convertirte en un estorbo – el rubio tan sólo estaba tratando de molestar al peliazul como se había vuelto habitual.-
– ¿Quién va a ser aquí el estorbo? – Tokiya apartó el brazo de Ren y lo observó con cierto desdén.- 
– Ren, deja de molestar, ya eres mayorcito – la voz de Masato irrumpió captando la atención del rubio.-
– Ohh, a veces puedes ser un aguafiestas, Masa – en ningún momento se vio afectado por el comentario de su compañero de cuarto.-
– No estoy aquí para entretenerte – siempre le había desquiciado la actitud del rubio, pero se mostraba tranquilo en apariencia.-
– Chicos, tranquilos – la pequeña Haruka se puso en medio de la discusión entre Masato y Ren, lo que hizo que ambos se calmasen.-
– Vamos, vamos, como ha dicho Nanami, no es necesario discutir – Natsuki sonrió al grupillo de amigos.-
Todos mantuvieron un incómodo silencio por unos escasos instantes hasta que Tsukiyima decide mandarlos a todos a sus respectivas clases para seguir con normalidad el horario. Mientras todos caminaban en dirección al pasillo principal, Tokiya aprovechó el momento para colocarse al lado de Otoya hasta que logra una cercanía suficiente para susurrarle algo que sólo ellos escucharan:
“Espérame esta noche en la habitación”
Aquellas palabras le sorprendieron robándole un leve sonrojo. Realmente lograron que Otoya se pasase el resto del día pensando en ellas, y sobre todo, ¿eso quería decir que tenían que hablar de algo? ¿Tal vez quería escuchar una respuesta a la propuesta que le hizo hacía una semana? Y si así fuese, aún no se sentía preparado para responderle. 

HABITACIÓN 1ª A
Esa misma noche cuando finalmente Tokiya llegó a la habitación, Otoya ya se hallaba allí tumbado en su cama leyendo como de costumbre algún que otro manga o revista. Lo único bueno es que parecía que el ambiente entre ellos, se había relajado un poco desde lo sucedido anteriormente, lo cual por un lado a Tokiya le alegraba, pero por otro lado deseaba apremiar al menor para conseguir una respuesta, ya fuese afirmativa o negativa.
– ¿Tokiya? ¿Ya regresaste? – pregunta tonta. Se había pasado las horas comiéndose el coco, y ahora que el mayor hizo su aparición, sintió como si su compostura se derrumbase. Era imposible que no notase que estaba nervioso. 
– Sí, ya volví. Siento la tardanza a pesar de que te pedí que me esperaras. 
– ¿Eh? No pasa nada… no tenía sueño después de todo.
– Ya veo
Nuevamente, el ambiente se volvió pesado. Se había convertido en una vieja costumbre. Tokiya caminó por la habitación hasta que toma asiento en su respectiva silla frente al escritorio.
- Oye… ¿Cómo han ido las clases? ¿Has estudiado mucho? – Comenzó el mayor para romper el hielo.-
- ¿Eh?, bien, ¿por qué? – le respondió a su compañero sin caer en sus claras intenciones.
- No nada. ¿No me puedo interesar por la persona que me gusta? – El chico peliazul desmenuzó una sonrisa cargada de diversión.-

Las mejillas de Otoya enrojecieron, gesto que Tokiya lo tomó como una clara afirmación de que el contrario reaccionaba fácilmente ante sus palabras. El menor desvió la mirada por la vergüenza, tratando de evitar los azulados ojos del contrario, y tras relajarse comenzó a contarle a Tokiya lo que le había pasado ese día. Sin darse cuenta, la única palabra que salía de su boca era “Nanami”, lo cual consiguió que el ceño de Tokiya se frunciese por la molestia.-
– Ya veo, no necesito escuchar más – su tono se escuchaba ligeramente molesto, pero el pobre Otoya no comprendía el motivo de ese cambio de actitud.-
– ¿Eh? ¿Tokiya? ¿Te has enfadado?
– ¿Quién se ha enfadado?
La vista del pelirrojo se mantuvo baja, observando las mantas de su cama solo porque no se atrevía a elevar la vista. El mayor al verlo de aquella forma, suspiró profundamente y se levantó de la silla para dirigirse en dirección a Otoya. 
El menor se sorprendió y trató de incorporarse en cuanto le vio venir. El contrario tomó asiento a su lado en la cama mientras le observaba fijamente sin perderse un solo detalle. 
– ¿Cómo debería sentirme si solo hablas de Nanami? Dije que te daría tiempo para pensar, y ya ha pasado una semana.
Inconscientemente, Otoya sabía que ese tema terminaría saliendo, y además de ello… ¿Acaso Tokiya estaba celoso? ¿Es por eso que le molestó que hablase solamente de Nanami? No eran imaginaciones suyas, ¿verdad?
– Tokiya… ¿Acaso… estabas celoso?
– ¿Y qué si así fuese?
Esa mirada seria y llena de sinceridad, claramente era una virtud. Pocos tipos podrían conseguir ese efecto inmediato que con sólo una frase, logre que tu cuerpo vibre teniéndote completamente a merced de sus caricias.  
– N-no bromees con eso – su voz se quebraba por momentos mientras que la de Tokiya permanecía inalterable. Qué injusto.-
– No recuerdo haber estado bromeando
– No quiero creerlo…

El mayor le tomó por mentón, halándolo para que su rostro quedara frente al suyo lo bastante cerca para poder tomar sus labios. En esa ocasión, Otoya se quedó paralizado con los ojos cerrados sin saber cómo corresponder a aquel tierno beso.
– He tratado de darte rienda y no forzarte pero todo tiene un límite – el peliazul se inclinó hasta el oído del menor, y con cariño besó su mejilla más cercana.- 
– Esp- Tokiya, ¿qué estás--? Nnnh – las manos de Tokiya comenzaron a deshacer los botones de la camisa del menor, hasta dejar su torso desnudo a la vista. Quedó totalmente expuesto para que el leve roce de las yemas de sus dedos, se fundiese con la suave piel muchacho. Sintió como el cuerpo de Otoya vibraba con las apacibles caricias.- 
– Det-detente… ¿Tokiya?... - la débil voz del menor resonó antes que los labios de su compañero se precipitaran a tomar los suyos. Fue en ese instante cuando se dio cuenta, que no tenía pensamientos de parar al igual que la otra vez.-
Tokiya mordió sus labios obligándole a abrir la boca lo suficiente para deslizar su lengua por el interior. Sus dedos se enredaron entre los pelirrojos cabellos de la nuca de su compañero, tironeando de su cabeza hacia atrás para tomar aquel beso con mayor profundidad. 
Inconscientemente y con las mejillas prendidas, el menor comenzó a corresponder a aquel beso de forma mucho más torpe, pero se esforzó en tratar de seguir el ritmo que le había marcado el mayor. 

Otoya se apartó de su beso cuando sintió como pinzaba una de sus tetillas, friccionándola con los dedos. Ahora que su boca había quedado libre, lamió lentamente la oreja más cercana del menor, justo antes de morder con fuerza el lóbulo de la misma.
– Hmg… To-Tokiya… ahí no… auch… –  entre gemidos y quejidos, llamaba a Tokiya pidiéndole que se detuviese, pero en ningún momento se esforzó por detener su avance.-
Aunque el pelirrojo trataba de negarse a sí mismo que estaba disfrutando de las sensaciones, no podía evitar comenzar a sentirse excitado. Los ojos azules de Tokiya se pasearon por la piel de su torso, fijándose en sus erectos pezones junto a su cuerpo temblando y vibrando por el placer. Sus dientes tomaron uno de ellos, tironeando de él sin llegar a hacerle daño. Turnó los mordiscos deslizando la lengua alrededor del mismo en forma de círculos, tomándolo y succionándolo. El cuerpo del chico se encogió mientras su voz comenzaba a salir de su garganta en forma de bramidos e innumerables jadeos. 
Sus dos orbes color añil observaron el enrojecido rostro del contrario sin perderse de talle de sus expresiones cada vez que lamía o mordía alguna parte de su cuerpo. Incluso había dejado algunas marcas de posesión por el pecho y el cuello. Otoya gimió con fuerza, y Tokiya se colocó encima del cuerpo tendido del menor hasta que su rostro quedó frente al suyo, observando los suaves labios del pelirrojo justo antes de lamerlos y besarlos con deseo. 

El peliazul aprovechó la distracción para deslizar su mano hasta el pantalón del pelirrojo y comenzar a desabrochar y a bajarle la cremallera del pantalón. Rebuscó entre el pantalón, comenzando a acariciar con cuidado el miembro del chico por encima de la fina tela del calzoncillo. Ya se había puesto muy duro, y había mojado por completo su ropa interior. De nuevo el toque de sus dedos, le devolvió a Otoya la cordura por unos breves instantes.-
– ¡NO! ¡NO LO TOQUES! – La delgada mano del pelirrojo tomó la muñeca del contrario, tratando de apartar la mano que se ocupaba magrear su entrepierna.-
– ¿Por qué no debería? Debe ser doloroso para ti, ¿no es así? – Haciendo caso omiso al menor, continuó friccionando su miembro deslizando los dedos por el interior de la ropa interior hasta que logra agarrar su erección, comenzando a rozar el glande de forma circular alrededor de la corona.-
– Mírate, ya estás duro solo porque te besé y te acaricié un poco. ¿Eso significa que me estás aceptando? – La melodiosa voz de Tokiya bañada de diversión, inundó los tímpanos de Otoya, quien sólo podía proyectar gemidos de placer ante el ávido toque de sus caricias.-
A partir de ese momento, ya había perdido todo uso de razón. El mayor agarró el pantalón y tiró de él arrastrando el calzoncillo con el tirón hasta lograr dejarle desnudo de cintura para abajo. 
Éste observó detenidamente el cuerpo desnudo del pelirrojo, su clara tez se vislumbraba de un bonito color y su pecho se movía agitado con la respiración pesada y exaltada. Su miembro se elevaba garboso, e incluso de la punta comenzaban a emanar algunas gotas de una substancia translúcida. Los fogosos ojos rojizos adornados por el deseo, miraron al mayor con una mezcla entre la vergüenza y el anhelo. 
– ¡¡N-no lo… mires!! Es… vergonzoso…

Pedirle de esa forma tan erótica que no lo mirase, era un claro estimulante más que lograba encenderle. Se sintió acalorado, por lo que aflojó la corbata que aun llevaba no tan perfectamente colocada como se esperaba, y desabrochó los botones de su propia camisa. La exaltada mirada de Ittoki se fijó en la escasa zona que dejaba entrever la camisa. Tenía un cuello largo con la clavícula sensualmente marcada, y un cuerpo bien cuidado que no era demasiado fornido pero mostraba unos músculos lo suficientemente marcados. 
Los labios de Tokiya crearon un sendero de gráciles besos a lo largo de cada curvatura de su cuerpo, pasando por su pecho, bajando por su estómago, hasta quedar parado en la delicada zona bajo el ombligo, donde propinó un mordisco. Succionó la zona y la lamió, hasta quedó constancia de una pequeña marca de un ligero color morado. El pelirrojo soltó un tímido quejido, pero el mayor no se detuvo tan sólo ahí. 
– ¿Qué estás…? ¿Tokiya?...
– Chist, guarda silencio – le chistó a Otoya para que guardase silencio mientras tomaba el miembro del muchacho entre los dedos.-
– ¿Ehhh? ¡Espera, esp--! – Las palabras del menor se ahogaron en su garganta cuando sintió la humedad de la lengua de Tokiya rodeando la punta de su falo.-
Su lengua se deslizaba con lentitud acariciando el glande, lamiendo todo lo largo del tronco y volviendo a prestarle atención a la punta, para succionarla con suavidad. Cuando lo sentía a punto de correrse, volvía a tomarlo con la mano para bombear todo lo largo del falo rápidamente. Había creado un intercambio entre las lamidas, succiones y la fricción que provocaba con su mano. El menor a duras penas, alcanzó los cabellos peliazules del contrario, enredando sus dedos entre aquellos finos hilos como si tratase de apartarle. 
– N..no más…. ahh…. Toki… me-… - las palabras del pelirrojo a penas salían. Tan sólo se escuchaban gemidos entremedias de cada una de ellas.-
 Tokiya hizo como que no le escuchó y continuó lamiendo su miembro e introduciéndolo en su boca. Aunque no lo pareciese, el peliazul siempre había estado con chicas y cosas como ésta también eran nuevas para él, pero aun así, intentaba tener cuidado de no clavar los dientes y de hacerle sentir bien.  
El agitado miembro del menor estaba hinchado y caliente. Lo podía sentir incluso en el interior de su boca y bajo el toque de sus manos. Lo que al principio eran unas simples gotas de pre-semen, ahora se derramaban como si se sintiese a punto de venirse. El mayor dejó de prestarle atención a la erección del chico, y en su lugar, lamió dos de sus propios dedos. Una vez los lubricó debidamente, presionó uno de ellos contra la entrada de Otoya, quien se estremeció intensamente por la sensación. 
—Noo… Tokiya… ¿qué hac--? ah… – el menor se exaltó y agarró por acto reflejo la manga de la camisa del mayor, como si tratase de sujetarse.-
 — Espera… no te pongas nervioso – la tranquilizadora voz de Tokiya no sirvió para relajarle, pero al menos le mantuvieron quieto para dejarle hacer.-
Con mucho cuidado, comenzó a introducir el dedo en su interior, tratando de que se acostumbrase poco a poco a la pequeña intromisión. Comenzó a buscar a ciegas aquel dulce punto que le haría enloquecer, no tardó demasiado en encontrarlo y rozarlo una y otra vez cada vez que el lascivo cuerpo del pelirrojo, se estremecía inundado por el placer. Enseguida, el pequeño Ittoki se corrió acompañado por un sonoro orgasmo, impregnando su propio estómago con los restos blanquecinos de su corrida.  
El menor jadeaba con pesadez tras haberse corrido abundantemente, pero su miembro aun parecía demandar atención. Tokiya siguió con su ardua labor de prepararle, introduciendo otro dedo más. Trató de incitar la zona, abriendo los dedos en forma de tijera, moviéndolos en forma circular y rozando con la punta de los mimos la zona de la próstata. Continuó hasta que notó como el chico comenzaba a relajarse. La tensión de su cuerpo había desaparecido gradualmente, tal vez porque comenzaba a sentirse bien. Su respiración se había vuelto pesada y estaba muy agitado pero no era suficiente. La zona que tanto se había preocupado por preparar, se volvió resbaladiza y pegajosa, y a esas alturas, tanto su miembro como el de su compañero estaban completamente erectos.
Otoya estaba completamente paralizado, temblaba y se estremecía bajo la atenta mirada y las apasionadas atenciones de Tokiya en cada una de las partes de su cuerpo. 

“¿Sería por el simple y mero hecho de que son hombres, el que conociese las partes más sicalípticas de su cuerpo?”

Era una pregunta que cruzó su mente pero a la que jamás halló una respuesta. 

El pelirrojo comenzó a notar como de nuevo su excitación volvía a erguirse, y poco a poco se iba dejando llevar por las innumerables caricias y placeres que su compañero le estaba ofreciendo. Sin darse cuenta, ya no le importaba lo que sucediese, tan sólo quería tomar más y más de Tokiya. Todo lo que le había  ofrecido, no había alcanzado a satisfacerle por completo todavía.
– Tokiya…  – el nombrado no pudo soportar más la presión a la que estaba siendo sometido. Los cobrizos rojos del menor le miraban vidriosos y sus mejillas estaban humedecidas y enrojecidas. Parecía estar ya preparado, y éste otro, a punto de llegar a su límite.- 
– Otoya… Ahora relájate… ¿está bien? – Ittoki permaneció absorto sin comprender del todo, el sentido de sus fugaces palabras.-
El peliazul retiró los dedos de su interior, y abrió las piernas del contrario para poder acomodarse debidamente entre ellas. Otoya se había tapado el rostro con el antebrazo, ocultando su acentuada vergüenza. Lentamente, se pudo escuchar el sutil sonido del zipper de los vaqueros de Tokiya, al igual que el susurro de la ropa deslizándose hasta quedar retirada y a un lado de la habitación. Aprovechó para retirarse de paso la camisa que le estorbaba para moverse. 
La erección del mayor, de un tamaño más considerable que la del menor, no pasó desapercibida ante sus ojos. Era la primera vez que veía el cuerpo de su compañero completamente desnudo, y en cierto modo, aquella erótica imagen se había quedado grabada en sus retinas. Observó con detenimiento como tomó su miembro por la base, y mientras se removía bajo su cuerpo, no tardó en notar como la humedad y dureza de su falo, comenzaba a empujarse contra la entrada de su trasero.
– ¡NO! ¡Espera! ¡Es imposible, no entrará! Por favor… ¡Tokiya! – Los quejidos y peticiones eran completamente inútiles.-
Tras introducir la punta unos escasos centímetros, tomó al chico por las caderas y se empujó contra el cuerpo del chico, hasta penetrarle por completo de una sola embestida. Un fuerte bramido de dolor se escapó de la garganta del chico, al tiempo que el menor hundía las uñas en los hombros del mayor hasta dejarle algunas marcas de arañazos.
En verdad, esa era la primera experiencia del pelirrojo con un hombre, nunca había tenido esa clase de relaciones, y aunque Tokiya le había preparado su pequeña entrada con tanto ahínco, tenía esa dolorosa sensación de que se partiría en dos tarde o temprano.
- Respira hondo… despacio… eso es… - el peliazul trataba de tranquilizarle con sus dulces palabras, mientras trataba de contener algunos de sus propios gemidos.-
– ¡¡To-Tokiya… sácalo…du-duele…!! Ya no… más… - jadeó entrecortadamente mientras intentaba no perder la cordura.-
– Tu boca suelta muchas mentiras, pero tu cuerpo es muy honesto –una sonrisa ladina se dibujó entre sus labios mientras tomaba el rostro del menor – no sientes solo dolor, ¿verdad? 
– Eso…N…no – su mente estaba confusa, pero jamás admitiría que su cuerpo vibraba de placer.-
–”No”, dices. Pero mírate… te acabas de correr y ya estás duro de nuevo. – la rudeza de sus palabras hicieron que el menor se avergonzase intensamente.- 
Volvió a besarle apurado entretanto que aguardaba a que el menor se acostumbrase a la penetración. La zona era tan estrecha que sentía la apresurada necesidad de correrse y el hecho de que Otoya no dejase de apretar su erección y temblar bajo su cuerpo, no ayudaba precisamente.
Tokiya empujó su cadera volviendo a penetrar al pelirrojo con una profunda embestida que logró balancear el cuerpo del contrario. Un nuevo quejido volvió a inundar la habitación mientras comenzaba a penetrarle con un ritmo lento pero continuo.
Ittoki notaba como su cuerpo no respondía y comenzaba a sentirse entumecido de cintura para bajo hasta la punta de los dedos. El delirio y el éxtasis que estaba sintiendo era demasiado bueno como para dejarlo escapar, y en un decidido abrazo, rodeó con fuerza a su acompañante por detrás del cuello. 
– To…Tokiya… se siente… bien… ah… - jadeó contra la oreja del peliazul.-
– Maldición…Deja de calentarme de esa forma…
Sus excitantes palabras le habían prendido de sobremanera. Mordió con fuerza el cuello del pelirrojo sin permitirle un respiro. Sus cuerpos se balanceaban con el vaivén de sus caderas chocando contra el cuerpo del pelirrojo, incluso las embestidas se habían tornado aceleradas, profundas y tan irregulares que al cabo de unos breves instantes, no pudo contenerse y acabó corriéndose en el interior del menor. 
La calidez que sintió en lo más profundo de sus entrañas hizo que se estremeciese y se viniese a los escasos segundos que su compañero. El espeso líquido se derramó por los bordes de su entrada, escurriendo hasta manchar las sábanas. Le resultaba una sensación incómoda pero estaba demasiado cansado para quejarse. 
El mayor observó al contrario con sus ojos añiles, respirando pesadamente por el cansancio después del intenso sexo que habían tenido. En realidad, ambos tenían la misma expresión de cansancio dibujada en la cara.
– Otoya, Te Quiero…
Éste al escuchar esas palabras, se había sonrojado violentamente. Abrazó al contrario con sus brazos y depositó un tímido beso en los labios del peliazul.
– Y-yo… creo que…también…
Tokiya no se podía creer lo que escuchaban sus oídos, estaba feliz de que por fin sus sentimientos fueran correspondidos por la persona que amaba. Rápidamente volvió a besarle de forma intensa.
– Entonces, déjame amarte más de ahora en adelante~

---- ¿CONTINUARÁ? ----

CAPÍTULO 3: NUESTRAS DIFERENCIAS NOS HACEN PERFECTAMENTE IGUALES (El caso de la habitación 2º B).

– ¡Maldito Ren! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no traigas a gente extraña a la habitación?! – el peliazul gritaba al rubio nada más irrumpía en el dormitorio.-

– Vamos no es para tanto, sólo ha sido por un rato.

– ¡No me importa! ¡No tengo por qué aguantar que traigas tus ligues a la habitación!

Dos chicos jóvenes entre la edad de 19 y 21 años, están discutiendo en su habitación. El peliazul pegando voces como un loco es Masato Hijirikawa, mientras que el personaje pintoresco denotando parsimonia es conocido como Ren Jinguuji.
Ambos resultan ser conocidos de la infancia ya que cada uno pertenece a una respetada familia y aunque no se llevan bien, les ha tocado a las cartas compartir habitación durante todo el curso.

- Que no tengas tanta fama como yo y que seas un anticuado no quiere decir que todos los demás debamos ser iguales. Deberías dejar  esa fachada tradicionalista tuya a un lado y enrollarte un poco más de vez en cuando, Masa.

- No bromees, yo no estoy aquí para jugar, me tomo muy enserio mis estudios, y de todos modos, ¿por qué me ha tenido que tocar compartir habitación contigo de todas las personas?

- Tch… Lo mismo podría decir yo de ti, ¿no lo crees?

Masato a veces se volvía demasiado paranoico, y precisamente su compañero no era la persona más paciente del mundo. Ren intentó mantenerse sin prestarle atención hasta que la última gota colmó el vaso. El rubio se levantó de la cama y se precipitó en dirección al peliazul que seguía dando vueltas sin cesar por toda la habitación mientras continuaba pegando voces.

– ¡Ren! ¡¿Me estás escuchando?! 

– Ya he tenido suficiente charla por hoy.

– ¿Pero qué?

– Siempre quejándote, y regañándome, ¿acaso eres mi madre?

– ¡Todo es tu culpa! Sabes de sobra que detesto esas cosas y tú lo haces aun a sabiendas de que me molesta

– ¿Qué problema hay? No muere nadie solo por eso

– ¿Qué nadie muere? Aghh, eres incorregible, ¿lo sabias?

Aunque estaban teniendo aquella discusión, el rubio no le estaba prestando demasiada atención al contrario, más bien mientras tanto estaba divagando en sus pensamientos como si todo lo demás no importara. Era algo muy propio de él, y aunque Masato lo sabía, continuaba discutiendo hasta el cansancio.

–  Ahora que caigo… eso de que estés preocupándote constantemente por mí…  – Masato observó al mayor sorprendido por cambiarle el tema de forma tan repentina.- 

– ¿no será que has caído víctima de mis encantos, Masato? – dejó caer el comentario en un tono burlesco mientras sostenía una sonrisa de satisfacción en el rostro.-

Debió pensar que aquello molestaría más aun a su compañero de cuarto.-
Sin embargo, el rostro pálido de Hijirikawa se cubrió de un intenso rojo chillón por aquel lanzado comentario. Ren siempre había sido así, pero no por ello podía evitar reaccionar ante aquellas bromas de tan mal gusto.
En cambio, el rostro del rubio denotó sorpresa al ver que el peliazul reaccionaba de una forma distinta de la esperada. De normal solía gritarle o simplemente se lo tomaba con calma y procuraba ignorar sus palabras, pero en esa ocasión, estaba avergonzado, ¿no es así? No se lo había imaginado, ¿verdad?

– ¿C-Cómo podría? – Aún tenía las mejillas encendidas pero a pesar de ello, elevó la voz de nuevo. Al darse cuenta de que estaba perdiendo los estribos, desvió la mirada a un lado y trató de guardar las formas.-

Lo que Ren había empezado con una pequeña broma sólo para tomarle el pelo y reírse un rato de él, había comenzado a cambiar convirtiéndose en un asunto mucho más serio; ya que ver una expresión tan linda de parte del frío Hijirikawa  era algo realmente extraño para la vista que tentaba a seguir molestándole más.

– Jajaj ¿quién lo habría pensado? ¿En realidad eres tsundere*? – una enérgica risotada quebró la paciencia del peliazul.-

– ¿Quién es tal cosa? – El menor giró el rostro repentinamente hacia el rubio, mirándole con el ceño fruncido.-

Ren se estaba divirtiendo a su costa, nunca habría imaginado que su compañero de la infancia tendría tales expresiones. O al menos, no las había visto hasta ese momento tan de cerca.

– Bueno… nunca en mi sano juicio se me habría ocurrido intentarlo con un chico, pero si es contigo tal vez pueda hacer una excepción – Ren le guiñó un ojo al contrario, quien se sonrojó ligeramente.-

– ¡No necesitas hacerla! ¡Y haz el favor de dejarte de bromas!

– ¿Ah? ¿Quién dices que está bromeando aquí?

Aprovechando la corta distancia entre ellos, el rubio agarró la mano más cercana de Masato y tiró de él en su misma dirección. Mientras el peliazul se mostraba confundido por aquel gesto por parte del contrario, Ren deslizó su mano libre alrededor de la cintura del menor, atrayendo su menudo cuerpo íntimamente al suyo. 
El rubor en las mejillas de masato tomó un violento color rojizo y a duras penas, trató de separar al contrario empujándole por la parte del pecho. Sin embargo la distancia entre ellos no aumentaba, más bien, el rubio se había tomado la molestia de agarrarle lo bastante fuerte para evitar que lo apartase.

– ¡Ren! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡No me toques! 

– ¿Por qué no debería? Tú eres quien empezó a ligarme. ¿De qué te quejas ahora?

– ¡¿Qué yo hice “qué”?! Deja de joder, ¡no soy uno de tus ligues!

Al ver lo escandaloso que se estaba volviendo, el mayor tomó el rostro de Masato por el mentón, y tiró de él hasta que sus rostros quedaron lo bastante cerca el uno del otro. Por unos breves instantes, la mirada del peliazul se mantuvo perdida, y su cuerpo paralizado por la cercanía. Por el contrario, el rubio lo observaba fijamente con sus ojos azules y manteniendo su típico semblante chulesco. 

– Vas siempre por ahí, jactándote de que eres una persona honesta y centrada, pero ¿dónde te has dejado tus modales, Masato?

– ¿Mis qué? ¿Pretendes encima que te guarde el respeto?

– Bueno, me parece que es lo mínimo cuando yo te estoy tratando bien. – Por supuesto estaba tratando de que el contrario se sintiese culpable.-

–  Eso…. – miraba al rubio ciertamente confundido, no sabía si realmente había hecho algo indebido o si simplemente estaba tratando de jugársela.- 

– Vamos Masa, al menos discúlpate debidamente.

Masato miró al rubio con desconfianza pero supuso que lo mejor era ceder y disculparse para acabar esa estúpida riña. Por el contrario, esperaba al menos también una disculpa.

– Está bien – suspiró mientras apartaba la mirada a un lado – discúlpame por mi falta de modales, entonces.

– No, no, esa disculpa no está bien hecha.

– ¿Qué?

Ren dejó libre el rostro del chico, y en su defecto, señaló con el dedo índice sus propios labios. Ese detalle le hizo parpadear al peliazul varias veces por la confusión.

– ¿Qué te parece un beso de disculpa? – el rubio dejó caer la bomba.-

– ¡¿QUÉ?! ¡No lo puedes decir enserio!

– Nunca he ido tan enserio.

Ambos permanecieron callados por unos breves instantes. Masato mantenía la mirada fija en algún lugar perdido del dormitorio, mientras que Ren con rostro serio, observaba con detenimiento cada una de las expresiones que se producían en el cuerpo y rostro de su compañero. A sus ojos, parecía a punto de derrumbarse en cualquier momento, solo necesitaba un empujoncito más.

– ¿Entonces no lo harás? Me pregunto qué pensaría Nanami si supiese que Masato ha perdido sus modales… seguramente se decepcionaría. – Ren dejó escapar un falso suspiro de resignación.-

– ¡¿Nanami dices?! Espera, no serás capaz… ¿verdad?

El pobre Masato cayó de lleno en la trampa. Se había puesto nervioso nada más pensar que Nanami podría decepcionarse al ver que no era la clase de persona que esperaba. Aquel comentario que Ren se había sacado de la manga, había funcionado a la perfección, y ahora, era una buena oportunidad para aprovecharla en su favor.

– Tranquilo, Masa. No tiene por qué saberlo. Sólo necesitas enmendar tu error. ¿Y bien?

– Eso es cierto, supongo.

El peliazul era inteligente, eso era indudable, pero en ciertos momentos, podía resultar bastante inocente. Pero habían dos cosas que no sabían el uno del otro. La primera era, que Masato no era precisamente tonto, y la segunda, que Ren no estaba jugando en esa ocasión. 
Hijirikawa agarró al mayor por el cuello de la camisa, y tironeó de él para lograr que se inclinase por la diferencia de altura para que sus rostros quedasen uno enfrente del otro. El inmutable rostro del peliazul se mostraba en esa ocasión de un tono rojizo, adornando sus mejillas y orejas con la vergüenza del momento; y lentamente, sus labios fueron acortando terreno hasta que rozaron los contrarios de forma sutil, como un mero roce superficial. 

Los ojos del rubio se abrieron a modo de sorpresa cuando sintió la suavidad de los labios del peliazul rozando los suyos. De forma automática, deslizó una de sus manos hasta colocarla detrás del cuello de Masato, y se inclinó hacia el rostro del contrario hasta que su frente quedó pegada con la suya, guardando una escasa distancia entre ellos. 

– Así no es como debes hacerlo. – rozó con sus dedos la sensible piel tras su cuello – Te enseñaré debidamente.

– ¿Enseñarme? – lucía extrañado por aquellas palabras. –

– Enseñarte como a los adultos – Sus labios dibujaron una traviesa sonrisa que no pasó desapercibida para el peliazul.-

Los labios de Masato fueron sellados justo antes de poder rechistarle. El peliazul se dejó llevar correspondiendo al intenso beso que había comenzado su compañero de cuarto. La humedad de la lengua del rubio, se coló en su boca entreabierta, buscando entrelazarla tentativamente con la ajena. Los largos dedos del mayor se enredaban entre los cabellos azulados de su nuca, cautivando con deseo hasta su último aliento.
Rápidamente, colocó las manos sobre el torso de Ren para apartarlo, logrando de esa forma romper el beso. Tras eso, no pudo mirar directamente al contrario, por lo que desvió la mirada a un lado del dormitorio, mirando a  la nada.

– ¡Oye!, ¡espera…!

– No espero… – pasó su mano por debajo de la camisa del peliazul logrando en respuesta que se estremeciese ante al roce de sus dedos.-

– Vale ya Ren! ¡Esta broma va demasiado lejos! – Agarró la mano del contrario tratando de detener su avance.-

Aquel comentario hizo que el rubio le diese un empujón al menor, logrando que éste se tropezase contra el borde de la cama y cayese en todo lo largo del colchón. Los celestes ojos de Masato, observaron al contrario con sorpresa y un atisbo de curiosidad. En escasos segundos, Ren se colocó sobre el cuerpo del chico, mientras se deshacía de los primeros botones de su propia camisa sin apartar la vista del sujeto que permanecía perturbado bajo su cuerpo.

– ¿Bromear? Ya te he dicho que voy muy enserio, Masa.

– ¡¿Pero qué….!? – los dedos del mayor tomaron el rostro del peliazul por la barbilla y le obligaron a forzar un torpe beso. –

El anterior se quedó corto si se tomaba en cuenta que en esta ocasión sintió como la lengua del contrario invadía sin pudor alguno el interior de su cavidad. En esos momentos el menor solo podía intentar corresponder vacilante a cada uno de sus movimientos. Sin siquiera inmutarse, ya había decidido rodear el cuello del rubio con sus brazos, correspondiendo de la misma apasionada forma, fue entonces cuando se dio cuenta. 
No parecía ser una broma. Los lugares que su compañero de habitación tocaba, los besos, los abrazos y caricias… todo era genuino. Se habría dejado enloquecer de no ser porque su consciencia aún se hacía presente de forma intermitente.

– Masato… – le susurró el rubio contra la oreja mientras que se aprovechaba la ocasión para bajar el zip de los pantalones del peliazul. Enseguida reaccionó ante el gesto colocando las manos sobre el torso del contrario para apartarlo unos centímetros de su cuerpo.-

– ¡¿Dónde te crees que estás tocando?! – Gritó mientras intentaba quitarse de encima las manos del contrario a duras penas.-

– Mis manos no son lo único que debería preocuparte, ¿no crees? – una pícara sonrisa adornó su rostro, logrando arrebatarle un leve sonrojo al contrario.-

- ¡¿Qué?! – Miró al rubio a modo de sorpresa hasta que notó como sus labios fueron sellados nuevamente, al tironear de su rostro hasta lograr tomar un húmedo y largo beso de sus labios.-

Masato se había quedado atontado y ya no mediaba palabras. Prácticamente había comenzado a dejarse llevar al ritmo que marcaba su compañero, sintiéndose anestesiado con el lenitivo que le estaba prestando el rubio. Adormecido y sin fuerzas para seguir discutiéndole, gimió suavemente contra sus labios al sentir la presión de la dureza del mayor contra su propia cadera.

– Ren!! No más… – susurró en voz baja entre suaves gemidos.-

La voz del peliazul sacaba a relucir su excitación con una erótica voz que el rubio no había escuchado hasta ahora. Al principio se trataba de un mero juego para lograr sacarle los colores y molestar un poco a su compañero, pero el juego enseguida se tornó en algo serio y cuando menos se quiso dar cuenta ya había caído víctima del deseo. 

– ¿Ya estás al límite? Y no hemos hecho más que empezar – su voz se escuchó más cercana a un bajo gruñido cuando sus dedos acariciaron el borde del pantalón del menor hasta lograr deslizar la ropa que vestía de cadera para abajo hasta las rodillas, permitiendo dejarle expuesto ante aquella incómoda situación.-

– ¡Espera! ¡¿Qué crees que haces, Ren?! – El peliazul trató de taparse y de reincorporarse, pero le resultaba difícil teniendo al mayor sobre su cuerpo, impidiéndole moverse más de la cuenta.-

Mientras se removía sobre la cama, el rubio agarró ambas manos del contrario y las colocó por encima de la cabeza, frenar el vano intento que hacía por tratar de taparse y  de apartarle.

– ¡Basta, suéltame! ¡Ren, maldito seas! – insistió totalmente quemado y las mejillas prendidas, aunque no podía negar que su propio cuerpo había reaccionado inconscientemente de forma favorable.-

Ren se lamió los labios ante la erótica imagen del menor, como si su imaginación volase de un lado para otro vislumbrando un augurio de depravaciones una tras otra. Antes de caer en la cuenta, ya se encontraba perdidamente excitado, notando como el pantalón aprisionaba su erección.

— Relájate, ¿quieres? — Con cuidado depositó un suave beso tras la oreja del peliazul, consiguiendo en respuesta que se estremeciese.-

– ¡¿Que me relaje?! ¡¿Cómo pretendes que lo haga?!

– Sólo quédate así un ratito, te prometo que lo pasaremos bien — eso no resultaba tranquilizador.-

El miembro de Masato completamente erecto ya estaba envuelto con una película pegajosa agitándose ante la atenta mirada del mayor. Éste se avergonzó al pensar que su compañero se dedicaba a observar con tanto detalle aquella parte que asomaba entre sus piernas,  junto a las expresiones tan impropias que su rostro impasible, mostraba ahora con tanto fervor. 

– Vaya, hasta tu puedes excitarte. Es toda sorpresa, ¿no crees?– insistió en burlarse de él mientras frotaba su miembro con la mano derecha.-

– Hmmn… Haa… Cállate… ¿acaso… no estás igual?...– entre gemidos de placer, volvió la mirada hacia su compañero, observándole jadeante como si esperase mucho más de todas aquellas sensaciones. –
Qué pregunta más absurda, por supuesto que estaba de la misma forma, quizás incluso más. Nunca había sido una persona paciente y mantener la cordura en momentos donde su compañero se prestaba en “bandeja” era tan difícil como avivar la lumbre con nieve.

—Eres un crío después de todo

– ¿Qui- quién es el crio aquí?.. .Deja de hacer lo que te da la gana… — fingió molestarse por el comentario para poder ocultar su vergüenza —

Conforme iba tocando al peliazul, éste también sintió que había comenzado a excitarse. Era obvio después de todo. Su mente por un momento analizó la situación pensando que lo que había comenzado como un juego ahora se había vuelto peligroso. Pronto desechó esa idea y volvió a la realidad.

– Voy a ser benevolente contigo, Masa. Agradécemelo más tarde.

La sonrisa cargada de picardía en el rostro del rubio junto a la excitación del momento, logró sacarle un leve sonrojo al menor. Desde luego que tenía delito. Aquella expresión tan erótica debería estar prohibida.

— ¿Cómo…? ¿Ren? – Los curiosos ojos azules de Masato, revisaron exhaustivamente cada gesto del contario —

Observó con detenimiento y con la mirada encendida, cómo sus dedos desabrochaban el zip del pantalón, y rebuscaba entre los ropajes hasta que logra liberar la erección que todavía se hallaba aprisionada.

– Espera… ¿qué vas a--? — apresurado, colocó las manos sobre el torso y rostro del contrario para apartarlo—

Sin embargo, no era lo bastante fuerte para quitarlo de encima, o al menos no se esmeraba lo suficiente. Ren tomó por la muñeca la mano que empujaba su rostro para después deslizar la lengua a lo largo de uno de los dedos. Eso logró que Masato apartase rápidamente la mano y le permitiese seguir tocando sin reparos.

— Ren... Maldito… — inconscientemente se mostraba jadeante, con el torso aterciopelado por el sudor, moviéndose agitadamente arriba y abajo al compás de la respiración—

– Guarda silencio. Ya te dije que sería gentil. No voy a meterlo todavía

— ¿Meterlo?.. ¿Te volviste loco?...

El menor mantuvo las manos colocadas sobre el torso del contrario aun empujándole hacia atrás para tratar de mantener la distancia. Por parte del contrario, aprovechó la escasa distancia que se encontraba entre sus cuerpos para colocarse debidamente entre sus piernas. Desde esa posición, pegó su erecto miembro contra violento falo del contrario, notando al tacto que se correría en cualquier momento. Utilizando una de sus manos, frotó ambos miembros uno contra el otro. Se sentían calientes y húmedos al tacto, envueltos con una fina capa pre-seminal que permitían emitir unos tentadores y húmedos sonidos que se perdían entre los jadeos y gemidos de los dos chicos, cada uno al borde del clímax.
Masato abrió un poco más las piernas para permitir un mejor acceso a sus partes más íntimas, dejándose arrastrar poco a poco por el placer que su compañero le regalaba.
— Ren… ngh… más despacio…

El mayor capturó los labios contrarios para silenciar sus palabras. A ciegas, buscó una de las manos del peliazul para guiarla hasta el lugar donde sus dos miembros se frotaban paulatinamente en busca del orgasmo. 

— Tócalo también Masa… así... despacio — la voz ronca de placer del rubio inundaba hasta el lugar más recóndito de los oídos de Masato, causándole un leve estupor— 

— Ngh… ¿qué…?

Sus delgados dedos atendieron efusivamente a la petición, entrelazándose alrededor de ambas erecciones, y acariciándolas desde la zona del tronco hasta la punta. De vez en cuando los dedos se chocaban con los del contrario y trataban de seguir el mismo ritmo de movimiento que éste le marcaba de forma tan magistral.  Sus jadeos chocaban contra los del rubio por la corta distancia, notando como si ambos estuviesen respirando el mismo aire.  
De forma costosa, el peliazul alcanzó a enredar los dedos de su mano libre entre los dorados cabellos del contrario, tironeando de ellos con suavidad justo cuando su cuerpo alcanzó el punto cumbre. Gimió sonoramente sin importarle en esos momentos guardar las formas, y sin la necesidad de mediar palabras, jaló a Ren del cabello para atraer su rostro hasta lograr besarle apasionadamente. Unos instantes más tarde, el rubio se corrió de la misma forma, sintiendo cómo la calidez de sus fluidos se abrían paso hasta impregnarles entre los dedos y el abdomen.

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Ambos se mantuvieron compartiendo la misma cama por horas, al menos fueron horas lo que le parecieron a Masato cuando despertó de su largo sueño. Aún era de noche y quedaban varias horas hasta que la luz del amanecer se filtrase por las rendijas de las persianas. Fue entonces cuando giró su rostro y observó que Ren dormía apaciblemente a su lado, totalmente desnudo, al igual que él. Su mente recordó fugazmente todo lo que habían estado haciendo horas antes y su rostro se tornó de un intenso color rojo chillón hasta las orejas. Por un instante deseó morirse debido a la vergüenza, pero enseguida recapacitó y volvió a centrar la atención en la situación. 

— Debo ducharme antes de que se despierte… Esto no ha podido pasar… — susurraba para sí mismo mientras abría las sábanas para salirse primero de la cama —

Antes de lograr su cometido, sintió como algo se enganchaba a su brazo, y de un tirón volvía a meterlo en la cama. Al momento se vio nuevamente bajo el cuerpo del rubio, quien le mantenía sujeto por las muñecas para impedirle abandonar el lecho. 

— ¡Ren! ¡Suéltame! ¿Estabas despierto? — A duras penas se removía bajo el cuerpo del contrario sin lograr apartarle ni liberarse de su agarre—

— ¿Qué es lo que dices que no ha pasado? ¿Tal vez debería recordártelo de nuevo? — lentamente se inclinó hacia el rostro de Masato, hasta que alcanza a morder su barbilla —

— ¿Qué--? nhg… — un leve gemido cortó en seco la frase que estaba a punto de gritar —

El peliazul notó como su cuerpo emitía un breve espasmo ante el mordisco, que enseguida logró calmar cuando el contrario por fin le liberó del agarre para permitirle moverse. Ese fortuito instante de liberación, lo usó para darle una cachetada no demasiado fuerte en la mejilla que le pareció más cercana. Enseguida la mejilla se tornó de un sutil tono enrojecido a pesar de que no le había abofeteado tan fuerte como hubiese querido.

— ¡Eres un imbécil! ¿Cómo te atreves a tocarme de esa forma? ¡No vuelvas a tocarme!

— Vaya y eso que parecías estarlo disfrutando… — A pesar de la bofetada, Ren mantuvo un rostro voluble mientras acariciaba con suavidad la mejilla adolorida por la bofetada—

— ¡No digas barbaridades! ¿Quién lo estaba disfrutando? — odiaba tener que admitir que el rubio tenía razón, y más aún en esa ocasión donde su orgullo negaba lo evidente—

—Vamos admítelo. — tomó el rostro del peliazul, obligándole a mirarle directamente a los ojos. — volvamos a repetirlo, ¿ne Masa? ~

Masato trató de no mosquearse por el comentario, pues sabía de sobra que esa era la típica actitud engreída de su compañero. Simplemente apartó la mano que le agarraba por el mentón, y evitó seguir con la conversación apartándole a un lado para poder ponerse en pie.
– No fastidies, esto ha sido un error, no volverá a ocurrir. No te creas que todo irá a tu ritmo, ¿entendiste?

El rubio por el contrario, lo observaba con una sonrisa dibujada en los labios, como si pudiese intuir la verdad tras aquellas palabras. No necesitaba al fin y al cabo comprenderlas, tan sólo sentirlas. De esa forma podía leer con facilidad, los verdaderos sentimientos de Masato.

—La próxima vez, lo llevaré hasta el final, Masa.

— ¿Qué?... Eres incorregible… — De nuevo, sentía como si hubiese perdido. A toda prisa, tomó una muda de ropa y se dirigió al baño sin atreverse a mirar de nuevo en la dirección de Ren, para que no se diese cuenta de que se había visto afectado por sus palabras.-
Cuando finalmente logró entrar al baño, se colocó con la espalda contra la pared sintiendo como los latidos de su corazón palpitaban desbordantes como si se fuesen a escapar del pecho.  Intentando calmarse después de tantas emociones, no tardó en escuchar la voz de Ren desde el dormitorio.

– ¿Quieres que te ayude a lavarte? – Preguntó Ren en voz alta para que Masato pudiese escucharle desde el baño, eso sí, permaneciendo en todo momento tumbado sobre la cama –

– ¡No jodas, muérete pervertido! – comentó a voces, asomándose por la puerta del baño para después volver a encerrarse dentro, pero esta vez, con el pestillo echado por si las moscas. –

Ante aquello, Ren rompió a reír de forma sonora. Debía admitir que todas aquellas expresiones que hasta ahora habían pasado desapercibidas a sus ojos, ahora capturaban su atención intensamente, deseando ver más y más de ellas. ¿Podía considerarse eso alguna clase de amor? ¿Tal vez sólo estaba sintiendo una atracción temporal?
En cualquier caso, lo único que estaba claro, era que a Masato no le disgusta Ren y que éste no va a dejar de intentar arrastrarle de nuevo por el mal camino, pero… ¿cuándo será la próxima vez que podrán hacer algo más juntos? ¿Realmente habrá una próxima vez para ellos?

CONTINUARÁ---



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